Durante la segunda mitad del siglo XIX, comenzó en América una nueva era de industrialización como resultado de la expansión de las industrias mecánicas y de la abolición de la esclavitud.
El autor J. L. Ceceña, nos dice:
La guerra civil (1861-1865) marca la fecha de la economía norteamericana, que de una estructura principalmente agropecuaria, se lanza hacia un desarrollo industrial y financiero. La guerra civil significa la quiebra del sistema esclavista de la gran explosión agrícola del sur y del triunfo capitalista industrial, basado en trabajo asalariado.
El vigor del desarrollo industrial de Norteamérica, a partir de la guerra civil fue de tal impacto que, cinco años después de terminar ésta, para 1870, se colocó en segundo lugar a nivel mundial, por el valor de su producción industrial, al aportar el 23% del total, siendo superado únicamente por el Reino Unido, al que correspondió el 32% de la manufactura mundial. Para fines del siglo XIX, Norteamérica desplaza al Reino Unido del primer lugar, y en 1913, su aportación fue del 36% de la producción mundial. El Reino Unido pasó al segundo lugar con el 14% del valor de la producción industrial del mundo.
Desde luego que no existía el capital como lo conocemos actualmente. La forma del capital no vino a perfilarse sino hasta 1862, cuando se introdujo la empresa de acciones comunes y responsabilidad limitada, que era una asociación de individuos con algunas de las características de la sociedad civil y de la sociedad anónima.
La introducción de compañías de acciones comunes en la economía, marcó la separación entre el capitalista y el empleado, además de la división entre el capital y la administración. Los propietarios eran accionistas y los empleados, en su mayoría, eran administradores.
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